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La catástrofe en la web que pronostican algunos analistas desde la caída de las puntocom a principios de los 2000 no parece estar cerca de llegar

A fines de los años 90 parecía que cualquier proyecto que terminara en “puntocom” era promesa de fortunas. Las empresas online emergían en cada esquina del planeta aunque, por supuesto, el foco estaba en Silicon Valley, donde los capitales de riesgo apuntaban la mayor parte de sus inversiones. Pero de pronto las ilusiones comenzaron a esfumarse. Para mediados del 2001, las cotizaciones del Nasdaq habían caído a casi una cuarta parte de los valores de hacía un año, y era evidente que gran parte de las compañías del primer auge de las “puntocom” no tenían planes de negocios sólidos que garantizaran rentabilidad a medio plazo.

Hoy en día, muchos se preguntan si el auge de las redes sociales no está reeditando esa recordada primera burbuja de Internet. Mientras plataformas como Facebook, Twitter oLinkedIn no dejan de crecer tanto en usuarios como en valoración, hay quienes sostienen que no podrán sostener sus negocios a la largo del tiempo. Sin embargo, ¿son estas empresas comparables a las de aquella primera oleada de la web? ¿O se trata, en realidad, de compañías sostenidas sobre bases más sólidas, con planes de negocio robustos que permitirán responder a las demandas de los inversores?

Y la web siguió creciendo

Cuando se habla de 2000 y 2001 en el universo de la web, es como sinónimo de catástrofe. Pese a eso, debemos remarcar que el avance de la economía online nunca se detuvo. Es cierto: muchos proyectos fracasaron; algunos inversores de riesgo vieron millones esfumarse delante de sus ojos, pero la realidad indica que aquellas empresas que se basaban una proyección sólida lograron sobrevivir. Quizás el caso más notorio sea el de la librería online Amazon. Su creador, Jeff Bezos, nunca tuvo reparo en afirmar que estaba previsto que la compañía perdiera dinero durante los primeros 4 o 5 años de existencia. Hoy, la empresa se ha convertido en un gigante que comercializa mundialmente desde golosinas hasta iPads, y nadie sería capaz de discutir la viabilidad del proyecto ideado por Bezos.

Más allá del estallido de la burbuja en el año 2000, lo cierto es que el ambiente online nunca dejó de expandirse. Y lo hizo, incluso, superando muchas de las expectativas que algunos analistas esgrimieron antes de la debacle. En 1999, Forrester Research pronosticó que, para el año 2003, el comercio electrónico B2B, o sea, las transacciones entre empresas, llegaría a los 1.300 millones de dólares. Sin embargo, cuando ese año llegó, aun después de la catástrofe de las puntocom, esa cifra alcanzó los 2.400 millones de dólares.

Incluso en los momentos más conflictivos el mercado online siguió mostrando un ritmo de crecimiento que prácticamente aún no se ha detenido. Durante 2000, las ventas online crecieron un 81.3% hasta alcanzar los 29.000 millones de dólares. Al año siguiente, cuando todos podían esperar que la expansión se detuviera, el comercio electrónico siguió su ritmo ascendente y superó los 40.000 millones de dólares en ventas.

Entender un mercado

Es necesario comprender que el sector tecnológico se mueve al ritmo de la innovación. La innovación supone riesgo y el riesgo implica que, muchas veces, algunos de los proyectos que se impulsan pueden terminar en un fracaso. Para reflejar esta idea, nada más claro que las palabras de Marc Andreessen, fundador de Netscape, una de las empresas pioneras de la web: “La financiación de la industria tecnológica se sostiene en el modelo del baseball. Por cada diez veces que bateas tienes siete intentos fallidos, dos llegadas a primera base y, si tienes suerte, una anotación. Las llegadas a primera base y las anotaciones pagan los intentos fallidos. Si vas a suponer que existe una burbuja basándote en la cantidad de startups que consiguen financiación y fracasan, vas a concluir que la industria está en una burbuja permanente, lo cual puede ser divertido, pero realmente no es muy útil”.

Correr el riesgo de financiar compañías antes de que hayan alcanzado su punto de rentabilidad, apostando a ganancias futuras es, entonces, parte de la naturaleza de este mercado. Por supuesto, esto no quiere decir que lo que sucedió en 2000 no haya dejado lecciones. En aquella ocasión, parecía que sólo el hecho de estar online alcanzaba para hacer a cualquier proyecto rentable, y que no se requería de mayor planificación. Hoy todos hemos aprendido que, como en cualquier emprendimiento, es necesario un plan de negocios sólido que permita sostener la iniciativa a través del tiempo.

Los proyectos pasan, Internet queda

Hasta hace algunos años, MySpace era la reina de las redes online. Si bien en términos de usabilidad y utilidad esta plataforma estaba a años luz de lo que puede lograrse con herramientas como Facebook, Twitter o LinkedIn, lo cierto es que fue la primera red social en alcanzar un grado auténticamente masivo de penetración. Hoy MySpace sobrevive en una lenta agonía, Twitter no para de crecer y Facebook ya es utilizada por prácticamente una de cada diez personas del planeta.

¿Esto quiere decir que explotó la “burbuja” de MySpace? No, simplemente significa que la red que dominó el mundo de la sociabilidad online hasta 2008, fue superada por otras plataformas, que ganaron más audiencia basándose en mayores funcionalidades y, principalmente, en el alcance de una base de usuarios más amplia. Lo que sucedió fue simple: el mercado evolucionó, aparecieron nuevos actores que introdujeron nuevos factores de innovación y, en consecuencia, cambió la forma en que está distribuido el público.

Suponer que el mercado de las redes sociales constituye una burbuja, es decir, predecir que el sector de la sociabilidad online va a desaparecer, como lo vienen haciendo infructuosamente algunos analistas desde 2007, es un absurdo que sólo puede sostenerse en una comprensión muy limitada del sector online. La burbuja de la web 1.0 estalló, básicamente, porque los capitales de riesgo estaban apostando millones en negocios que no eran más que ideas, y que aún ni siquiera habían logrado forjar una base de público mínima. Comparar esos proyectos iniciales con una plataforma como Facebook, que tiene 700 millones de usuarios, es uno los sitios webs con más tráfico del mundo y, además, logró desarrollar una herramienta publicitaria con una capacidad de segmentación extremadamente eficiente, es algo cercano a una falta de respeto.

Aun si Facebook, Twitter o LinkedIn dejan atrás su apogeo y entran en una etapa de decadencia, esto está lejos de significar la existencia de una burbuja. Si esto sucede, sin lugar a dudas será porque surja otra plataforma de sociabilidad online que logre articular una propuesta superior. El mundo de las redes sociales, de eso no hay dudas, ha llegado para quedarse. Millones de usuarios lo eligen cada día para comunicarse con sus seres queridos, para informarse, para difundir sus ideas, para entretenerse. Pronosticar una vuelta atrás en este fenómeno es algo tan absurdo como suponer que, un día, el hombre se cansará de caminar erguido y volverá a encorvarse como sus ancestros.

Fuente: La vanguardia.com