Skip to main content

Bienvenidos a un nuevo escenario

Hace poco, durante una conversación informal, me comentaron que en un artículo definían una nueva realidad con dos términos muy curiosos: nativos tecnológicos frente a inmigrantes tecnológicos.

Por lo visto, según ese artículo, los nativos tecnológicos son todos los niños nacidos a partir del 2000, mientras que los inmigrantes seríamos los que hemos nacido antes. De inmediato me encantó esa definición, por todos los detalles que implica.

Es cierto, hoy en día un niño de 5 años ya maneja la tablet, el smartphone, el ordenador y hasta la televisión con más soltura que sus propios padres. Han nacido dentro del boom tecnológico de finales del s.XX y -salvo casos excepcionales- el mundo digital es para ellos algo tan natural como el comer o el respirar.

En cambio a los adultos nos lleva cierto tiempo acostumbrarnos a los menús y vericuetos de cada aparatito tecnológico. Esto se nota especialmente cuando cambiamos, por ejemplo, de móvil. Si queremos ejecutar una función determinada, nos aprendemos la ruta para llegar hasta ahí de memoria y ya está. Pero cuando estrenamos otro terminal y algo del software ha cambiado, nos sentimos perplejos y desorientados, llegando incluso a acordarnos a veces de los antepasados del programador…

Nativos vs. Inmigrantes

En el campo de la comunicación humana se da el mismo paralelismo. Los idiomas que se aprenden entre los 0 y los 3 años se incorporan al cerebro de forma más rápida, fácil y natural porque durante esa fase es cuando se asienta el lenguaje en la corteza cerebral.

Los niños que se educan en entornos bilingües muestran además una facilidad mayor para adquirir otros idiomas durante toda su vida. Es decir, que esa impronta (o “software lingüístico”) en los primeros 3 años de vida supone una ventaja que se prolonga indefinidamente. Son nativos.

A partir de los 3 años se puede seguir aprendiendo idiomas, lo único que cuesta un poco más, dicen los expertos lingüísticos. También dicen que a medida que pasan los años, va costando más porque el cerebro es como un músculo, que si no se entrena, se atrofia.

Por su parte, si observamos los fenómenos migratorios en el mundo, hay 2 aspectos importantes que afectan a todo inmigrante, independientemente de su país de origen, lengua, cultura o creencias religiosas.

En primer lugar, le acompaña el síndrome de Ulises, que ha sido definido como desorientación y estrés ante una nueva cultura que no conoce (no sabe moverse con soltura en su país de acogida).

En segundo lugar, su capacidad de integración en la cultura de acogida y su dominio de esa nueva lengua tienen un tope, que dependerá de múltiples factores: afinidad entre culturas, habilidades y motivaciones personales, experiencias traumáticas o positivas durante su traslado y estancia, etc.

Sin embargo, sus hijos ya son nativos, y nativos con una mayor riqueza porque combinan la lengua y cultura de sus ancestros con las del país de acogida, con total naturalidad. El paralelismo entre esto y ese salto generacional que estamos viendo con nuestros hijos en la era digital resulta más que obvio.

Perspectivas de futuro

¿Significa entonces que los que nacimos antes del 2000 estamos condenados a una especie de limitación tecnológica? ¿Que debemos tirar la toalla y aferrarnos a nuestro iPhone 3G o incluso a nuestro Nokia T-3310 porque ya hemos llegado a nuestro tope? ¿Seremos irremediablemente unos excluidos en medio de un mundo cada vez más tecnológico y digitalizado?

Pues no, al contrario. Que seamos inmigrantes tecnológicos sólo implica que nos costará un poco más de esfuerzo mantenernos al día pero nada más. Ahí tenemos muchos casos de adultos que, con 80 años o incluso más, se ponen a aprender un idioma nuevo o descubren Internet, y en seguida terminan adquiriendo un gran dominio en lo que se propongan. Qué insolentes, pulverizando esas teorías de que el cerebro a partir de cierta edad no puede…

Y es que en su actitud está la clave: no han tirado la toalla, mantienen una firme voluntad. Se arman de paciencia y van aprendiendo poco a poco. Van a su ritmo, pero van. Cuando algo nos resulta fácil, lo llamamos habilidad y parece que se nos allana el camino. Cuando algo nos supone un obstáculo, nos cuesta un poco más pero con voluntad se puede conseguir. Sólo depende de nosotros y de nuestra voluntad.

Helena Luezas
Bit Bit de 3COM